sábado, 11 de agosto de 2012

Una desgracia

Viernes, 16.-Ni ayer ni anteayer, he escrito una sola línea en mi Diario. Claro que tampoco ha sucedido nada que merezca la pena, y no es cosa de perder el tiempo en detalles intrascendentes. Por eso mismo, ahora me doy cuenta de que, en realidad, mis apuntes no constituirán un Diario, sino más bien una agenda con los hechos más salientes de mi vida escolar.
Como, por ejemplo, el de hoy, en que mientras venía a clase, he visto mucha gente apiñada frente al edificio.
-¿Qué pasa?-he preguntado al conserje.
-Pues que a Roberto, un chico de cuarto, le ha atropellado un automóvil. Se ha lanzado para salvar a otro que casi estaba entre las ruedas y, gracias a Dios, solo ha tenido magullamientos en un pie. El pequeño ha salido indemne. Roberto es hijo de un capitán de Artillería.
¡Mira, ahí viene su madre!
La pobre señora debió llevarse un susto fenomenal, a juzgar por lo desencajada que la vimos. Pero pronto recobró la tranquilidad al cerciorarse de que el accidente no revestía importancia. Y hasta sonrió cuando todos empezamos a gritar:
-¡Bravo Roberto! ¡Eres un hombre!
También nuestro director felicitó al muchacho, y cuando le hubieron acomodado en un vehículo camino del hospital más próximo, los estudiantes pasamos a nuestras clases respectivas comentando, muy elogiosamente, la acción de nuestro compañero.
Del libro Corazón de Edmundo de Amicis

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