viernes, 30 de noviembre de 2012

Taller Literario Bilingüe : Textos Escogidos

    Participé de un taller literario. Fue genial; dictado por la escritora Susy Delgado. ¡Qué bien habla en guaraní! Sus poesías son magníficas.
    En esas clases escribimos varios ejercicios y uno de ellos me pareció interesantísimo. Teníamos que elegir el primer verso de alguna canción y a partir de allí escribir lo que se nos viniera a la cabeza...¡y así lo hice! sin imaginarme que lo que me salió en ese momento  se publicaría en este libro que reunió la producción de los 18 escritores participantes del taller. Yo elegí el primer verso del poema "Cantares" de Antonio Machado, cantado por Joan Manuel Serrat... que dice: "Todo pasa y todo queda...*" y aquí va lo que salió:



Todo queda

Todo pasa y todo queda*
Pero lo nuestro quedó
Sobreviviendo a la afrenta
Al sollozo y  al dolor.

No llores querido mío
Ya tú me tienes aquí,
Cubriendo tus manos frías
Que no huelen más que a ti.

Nunca más estarás solo,
Nunca más me alejaré
Siempre estaré aquí contigo
Siempre en ti me arroparé.

Acariciando tu  frente,
O envolviendo tu figura,
Muriendo por inclemente
Muriendo con amargura.

¡Oh! ¡Traición vil y malvada!
Que me has hecho sucumbir
No me arruines más la vida
¡Sólo te pido vivir!

Yo no suelo escribir poesías, pero tenía una que había escrito hacía algún tiempo y la profesora Susy la eligió y también fue publicada. Se llama "Pena" y la había escrito un día que estuve muy triste. Dice así:


Pena

Una lágrima resbaló
 y rodó silenciosa;
atravesó los surcos
de la marcada tez,
y deslizándose
lentamente
llegó a la mesa.

Y   fueron llegando:
una,
luego otra
y otra...
dibujando en la madera
lagos tibios
transparentes y pequeños,
miniaturas de tristezas,
charquitos salados
de dolor...

Y la pena quedó allí,
muda,
inmóvil,
vana,
mísera,
convertida en nada...
¡La inmensa pena!

    Bueno...espero que les hayan gustado las poesías. También escribí un relato que fue publicado y me gusta bastante, ojalá que a ustedes también. Se llama "El hombre de la caja"


EL HOMBRE DE LA CAJA

               La rutina era como una rueda colosal que giraba en torno de la carpa, como que  sus peripecias no tuvieran principio ni final y que todos los pueblos fuesen el mismo pueblo.
Los parlantes estridentes transitando por las calles polvorientas anunciaban su llegada, pero nunca su partida. Al principio venían cada seis meses y sus trastos ocupaban diez vagones bien cargados contando los de los animales: traían leones, elefantes, tigres y caballos pequeños…Ya en las postrimerías  solían llegar una vez al año, apenas con tres vagones. La decadencia del circo era evidente, ya no traían animales y las atracciones de ahora consistían en una pareja de enanos, una mujer barbuda, un alfeñique  y un hombre que traían escondido en una caja espaciosa de madera, llena de orificios para que el personaje misterioso respirara.
 El enigma me cautivó enseguida, pero para poder verlo había que pagar el doble.

La noche de apertura estuve allí desde temprano. La gente se había aglomerado cerca de la boletería para sacar las entradas. ¡Era siempre así el primer día! Esperé en la fila hasta que la muchacha apareció y comenzó a venderlas.
Cuando llegó mi turno le dije: -Quiero  ver al hombre de la caja.  
Ella sin mirarme me cobró y me entregó la boleta y  con el brazo extendido me señaló hacia una carpa triangular bastante colorida, armada debajo de la carpa grande.
 Caminé hasta allí  y vi colgado sobre la puerta de lona plástica un letrero de cartulina con una inscripción que indicaba:
- ¡VEA AQUÍ AL HOMBRE ELEFANTE!
 Me paré delante de la puerta en silencio, esperando ansiosa para entrar y enseguida una voz gangosa que provenía desde adentro dijo:
-¡Adelante!
Levanté la lona y entré.  Fue cuando lo vi. Estaba sentado en una silla de espaldas hacia la puerta. Una luz lánguida alumbraba el espacio. Entonces el hombre se paró y se volteó despacio. Su aspecto me impactó y controlé fuertemente mis ganas de salir corriendo.
De la cara le brotaba una trompa carnosa, esponjosa y rosada; como la de un elefante espantado; sus ojos desorbitados por la deformidad, no consiguieron hallar los míos. Sin saber qué hacer ni qué decir, me di vuelta y salí aturdida del lugar.  
 No pude quedarme a ver la función, se me habían encrespado las ganas… y, desde ese día,  el circo dejó de ser divertido.



Foto del grupo de escritores con el Rector de la UNE Lic. Víctor Brítez y la escritora Susy Delgado en el acto realizado en el Salón Paraninfo del Rectorado de la Universidad Nacional del Este









jueves, 15 de noviembre de 2012

El libro del Ego. Liberarse de la ilusión OSHO

    Lo sencillo no supone un reto para el ego del ser humano; lo difícil sí es un reto, y lo imposible un reto  de verdad. Se puede saber hasta qué punto deseas un ego grande por el reto que hayas aceptado, por tu ambición: es mensurable; pero lo sencillo carece de atractivo para el ego, supone la muerte del ego.
    Y el hombre ha elegido las complejidades incluso donde no hay necesidad de complejidad, por la sencilla razón de que con ella puede seguir desarrollando y fortaleciendo su ego. Se hace cada día más importanteen la política, la religión, la sociedad, en todo.
    Toda la psicología está orientada a fortalecer el ego. Incluso esos idiotas de psicólogos se empeñan en que la persona necesita un ego fuerte, y por eso la educación  es un programa para fomentar la ambición mediante castigos y premios, para llevarte por un determinado camino. Tus padres esperan demasiado de ti desde el principio. Pueden pensar que les ha nacido un Alejandro Magno, o que su hija no es ni más ni menos la reencarnación de Cleopatra. Los padres te condicionan desde el principio para que, a menos que demuestres tu valía, seas un inútil. Al hombre sencillo se le considera un simplón.
    El hombre sencillo no ha sido hasta ahora el objetivo de la sociedad humana. Y el hombre sencillo no puede ser el objetivo, porque nacemos sencillos. Todo niño es sencillo, como una pizarra en blanco. Después, los padres empiezan a escribir en esa pizarra lo que debe ser el niño con el tiempo. Después los profesores, los sacerdotes, los dirigentes... Todos se empeñan en que seas alguien, porque si no, habrás malgastado tu vida.
    Y resulta que es todo lo contrario.
    Eres un ser. No necesitas convertirte en otro. En eso consiste la sencillez: seguir a gusto con nuestro propio ser y no iniciar el interminable camino de convertirse en otro.
    En ningún sitio llegarás a pensar: "Ha acabado el viaje. He llegado a la cima que deseaba". Nadie ha sido capaz de hacer eso en el transcurso de la historia de la humanidad, por la sencilla razón de que el hombre se mueve en un círculo, de modo que siempre hay alguien por delante de ti en un sentido u otro.
    Puedes llegar a presidente de Estados Unidos, pero ante Mohamed Alí te sentirás inferior. No posees esa fuerza animal. Si Mohamed Alí le da un buen puñetazo en la nariz a Ronald Reagan, lo tumba. Puedes llegar a primer ministro de un país, pero ante Albert Einstein parecerás un pigmeo, no un primer ministro, sino un pigmeo.  
    La vida es multidimensional. Resulta imposible extenderse en todas las direcciones y ser el primero en todo.Es absolutamente imposible; la existencia no funciona así.
    El ego es la enfermedad del ser humano.
    Por ciertos intereses, hay gente que desea que sigas enfermo. No quieren que seas sano y completo, porque ser sano y completo representa un peligro para esos intereses creados. Por eso nadie quiere ser sencillo, nadie quiere ser un don nadie. Y mi propuesta consiste en que debes sentirte a gusto contigo mismo, que debes aceptar tu ser.
    Convertirse en otro es la enfermedad, y ser, la salud. Pero ser sencillo, completo, sano, gozoso, es algo que no has probado. Esta sociedad no te da dejado en paz un solo momento, y únicamente conoces un camino, el camino del ego.
    Te han dicho que tienes que ser un Jesucristo. Existen sociedades  que intentan que todos sean dioses. ¡Qué mundo tan demente! Tenéis que escapar de esa programación. Si queréis disfrutar, relajaros, sentir paz y experimentar la belleza de la existencia, tiene que desaparecer ese falso ego.
    No quiero quitaros nada más. Solo deseo quitaros el ego, que al fin y al cabo es una fantasía. Y también quiero daros vuestro ser. Naturalmente, no tengo que dároslo, puesto que ya lo tenéis. Solo hay que espabilaros para que despertéis a la enorme belleza de la inocencia.
    No se arriesga nada, y vais en pos de unas sombras que nunca alcanzaréis, mientras olvidáis todos los tesoros que habéis traído al mundo con vosotros. Antes de satisfacer el ego, la muerte habrá acabado con vosotros. La vida es demasiado corta y no debe desperdiciarse en juegos tan estúpidos como el del ego.
    Y solo es cuestión de comprensión*.
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* Prólogo de "El libro del ego. Liberarse de la ilusión" por OSHO.

viernes, 26 de octubre de 2012

El peso de una maldición



El peso de una maldición*

Por Olga Bertinat de Portillo
*2do premio 18º Concurso de Cuentos  Club Centenario 2012
Dorotea se sorprendió al verlo. Estaba sentado en su hamaca de algodón entre lienzos;  clandestino  bajo el  mosquitero raído;  y  su extraña figura   pareció  desdibujarse  a través del  tejido, mientras  ella,  con  curiosidad de primeriza intentaba descifrarlo desconfiada e incrédula.
Distinguió sus largos cabellos negros, que caían lánguidos a ambos lados del rostro incomprensible, pero no consiguió ver sus ojos. Deseó comprender los brazos y las piernas pero su nerviosismo dejó entrever apenas  una  masa corporal inconsistente y deforme.
-Hace 30 años que vive con nosotros- dijo Francisca mientras meneaba  la hamaca, que al moverse hizo que el  engendro lanzara  un chillido asustador como el de un cerdo que huye despavorido de la piara. Dorotea fingió calma, pero en el fondo de su ser, la extraña criatura la perturbó  y despertó en ella temores secretos.
Hacía poco menos de un año que se había casado con Jorge, su primo hermano. Cuando la familia  supo que había formalizado ante el juez y a escondidas la unión incestuosa, la echó de la casa. Entre  gritos, la madre había sentenciado:
-Engendrarás hijos deformes.
Dorotea llevaba  consigo el eco de esa maldición;  y el temor  a los hijos contrahechos se le había metido en las venas. Ahora que estaba embarazada, la duda y el miedo habían crecido porque había visto a ese ser monstruoso que le causaba terror: La casualidad o el destino la habían acercado a ese lugar.
 Luego del percance familiar, Dorotea y Jorge abandonaron Puerto Rosario; apenas con algunos cachivaches y montados a caballo  se dirigieron  a San Pedro transitando  caminos más cortos, cruzando divisas y piquetes, hasta que llegaron  al rancho de horcones sombríos. Entonces  decidieron apearse para abrevar a los caballos y quitarse el polvo que les cubría el rostro. Fue  así como conocieron al ser extraño; también a Francisca y a Indalecio, retireros[1] de una estancia, que  con amabilidad extrema, les convidaron con galletas y cecina. Dorotea comió con hambre y enseguida Francisca supo que estaba embarazada:
-Estás pálida y ojerosa-le dijo.
Francisca era una mujer enjuta, de cabellos grises y de  mirada profunda; rondaba los cincuenta y cinco, pero los surcos de su rostro denotaban una vejez prematura propia de las mujeres de campo.
Indalecio era angosto de hombros, tenía una figura esquelética y encorvada. Su boca exponía una sonrisa de encías rosadas y carnosas. Aparentaba ser más joven que Francisca.
Entre quehaceres y pláticas fueron desfilando las horas y llegó la tardecita.  Francisca le propuso al joven matrimonio que pasara la noche  con ellos en el rancho.
-Colocaré las hamacas en los horcones. Hace calor.
 Jorge complacido, aceptó. Dorotea temerosa  permaneció en silencio. El engendro le daba miedo, pero no dijo nada.
La noche fue arrimándose lenta y perezosa.  Francisca colocó  la olla de hierro en el fogón y preparó cecina con arroz. Mientras se  ocupaba de servir la cena, los gemidos del engendro se escuchaban de a ratos y retumbaban en el mutismo de la noche.
De repente la voz de Indalecio sonó enflaquecida:
-Lo encontramos en el albañal de San Pedro. Es nuestro hijo desde hace 30 años.
-Es nuestro único hijo-aseveró Francisca al momento que tapaba la olla.
-Se llama Ramón porque lo encontramos el 31 de agosto, día del Santo Patrono -expresó Indalecio y prosiguió-parecía un pollito enfermo envuelto en una bolsa de harina cuando lo levanté del suelo.
-En aquella época éramos carriteros[2] y mientras recorríamos  el vertedero escuchamos un gemido que provenía de un montículo de basura. Estaba enrolladito, colocado sobre los desperdicios.
-Desde ese día es nuestro-dijo Francisca orgullosa.
Dorotea  en su juventud no alcanzaba a comprender la magnitud del amor que Francisca e Indalecio sentían por la criatura. Jorge, por su parte, escuchaba atento el relato, pero no lo vivenciaba en plenitud ya que en sus pensamientos la idea fija de conseguir un empleo y de  mantener a Dorotea eran para él lo primordial y la realidad ajena escapaba a su comprensión.
La charla prosiguió hasta que Francisca arropó a Ramón y llevó a los jóvenes hasta las hamacas donde dormirían.
Jorge se acostó y se durmió enseguida. Dorotea  dio vueltas, escuchó cantos de grillos y de gallos. Le pareció que le cantaban en el oído. Tuvo pesadillas, sintió dolores de parto y despertó sudorosa; de un salto sacudió a Jorge que moviéndose  asustado la abrazó. Ella se dio cuenta de que todo no pasaba de  una alucinación, entonces se tranquilizó pero ya no volvió a su hamaca ni a dormirse. Se acurrucó al lado del marido hasta que las primeras luces la alumbraron pálida y despeinada.
Bien temprano, Francisca preparó cocido[3] y lo sirvió con reviro[4]. La criatura lanzó un chillido y la mujer metió un jarro por debajo del mosquitero.  Dorotea observaba atenta y escuchó cómo sorbía el líquido con ruidosa agitación.
-Ramoncito, che memby[5]… ¿Cómo amaneciste? -preguntó Francisca amorosa. Éste pareció responder con un gritito ronco que sobresaltó a Dorotea.
Cuando terminaron el desayuno Jorge ensilló los caballos y decidieron proseguir el viaje. Le agradecieron a Francisca e Indalecio por  la comida y por acogerlos en el rancho. Se despidieron y tomaron el camino que les había indicado Indalecio:
-Hoy a la tardecita llegarán a San Pedro; siguiendo por este rumbo van por camino seguro.
Dorotea y Jorge levantaron los brazos en señal de despedida, sabiendo que marchaban hacia una nueva vida;  y que el futuro comenzaba  al final del camino.
Cuando llegaron a San Pedro la tarde comenzaba a despedirse y los rayos del sol alumbraban enflaquecidos.
 A los pocos días de haber llegado Jorge encontró trabajo en la estancia “El rosedal”, allí comenzó a trabajar de peón y llevó consigo a Dorotea, a quien el embarazo la tuvo a maltraer durante los seis primeros meses. Además de los vómitos y de los dolores de cabeza, una idea fija la atormentaba y no conseguía apartarla de sí. Recordaba a Ramón, y su figura deforme le aparecía en sueños.  Ella  al despertar decía para sí:
-Son  zonceras, mi hijo nacerá sano y hermoso.
Doña Porfiria era la partera del lugar, la que ayudaría a Dorotea a tener al niño. Vivía cerca de su rancho. Eso la tranquilizaba un poco.
Una tarde, mientras Jorge se encontraba arreando un lote de animales, lejos de la estancia, Dorotea sintió los dolores  del parto. Tomó el bolsón con las ropitas del niño y caminó hasta el rancho de la partera. La noche cayó urgente entre truenos y  relámpagos  que dibujaban en el cielo figuras tétricas.
-El mal tiempo siempre apura a las parturientas-dijo Doña  Porfiria mientras preparaba una palangana de agua tibia.
Enseguida una lluvia torrencial comenzó a caer impiedosa sobre las tejuelas de timbó[6] del rancho, que comenzaron a escurrir una lluvia fría y rápida sobre los tirantes cargados de hollín.
Los gemidos de Dorotea fueron silenciados por el estruendo de la tormenta y la voz de la partera sonaba lejana entre  fragores y el repiquetear de la lluvia:
- ¡Ya viene!
En el último pujo, el bebé emergió presuroso y el agotamiento extremo de Dorotea hizo que ésta sufriera un desmayo momentáneo; tiempo suficiente para que Doña Porfiria cortara el cordón del niño y lo envolviera en una manta de lienzo. Cuando Dorotea despertó del trance miró al bebé y el temor arcano de la maldición de su madre se reflejó en sus ojos cargados de terror y lanzó un grito que se confundió con los sonidos groseros de la noche tempestuosa:
-¡Noooo!
De un salto abandonó la cama y con el hijo en brazos corrió despavorida noche adentro, ante la mirada estupefacta de la partera que boquiabierta observaba el hilo de sangre  que se despintaba bajo las heladas gotas de lluvia. Un alarido se retiró con ella:
-¡Nadie va a burlarse de ti! ¡Nadie!

Doña Porfiria salió corriendo detrás de Dorotea pero ésta se perdió en la negrura de la noche, alumbrada de a ratos por relámpagos encandiladores. No la halló por ningún lado y  la lluvia no cesó  durante horas.
Jorge llegó con el amanecer. Doña Porfiria aún incrédula y asustada por lo sucedido, relató acongojada los pormenores del hecho.  Jorge apresurado y temiendo lo peor, salió con un grupo de baqueanos a buscar a su esposa en la gélida mañana de julio.
A pocos kilómetros del rancho la encontraron acurrucada con el hombro apoyado en un árbol. Tenía los ojos abiertos y vidriosos. Estaba pálida. En sus brazos rígidos, el niño envuelto en la manta mojada  gemía pausadamente. Jorge con aprensión lo tomó entre sus brazos y al descubrirle el rostro  y el cuerpo comenzó a sollozar.
-Es una nena. Es hermosa -dijo.

¡Dorotea inerte al borde del camino! Los ojos muy  abiertos escudriñan aún  la noche del terror. Dorotea fría y rígida parece observar a su hija a través del espejo de la muerte.
El temor arcano ya no existe, se ha marchado diligente; y en su huida arrastró a Dorotea  a ese espacio donde la existencia deja de ser. Se la ha llevado a ese territorio enigmático y postrero al que ineludiblemente se dirigen  todos los mortales.                                                                                                          
                                                                



[1] Cuidadores de los retiros, lugares generalmente bastante alejados de la sede central de una estancia.
[2] Personas que conducen carros tirados por caballos y generalmente juntan y transportan basura, cartones  o botellas.
[3] Bebida preparada con yerba mate y azúcar quemada.
[4] Alimento elaborado con harina, muy utilizado en el desayuno de las personas del campo.
[5] En idioma guaraní: hijo.
[6] Árbol; madera que se extrae del mismo.

jueves, 18 de octubre de 2012

Gabriel Casaccia - Cuentos Completos

     Gabriel Casaccia nació en Asunción el 20 de abril de 1907. Durante los primeros diecisiete años de producción literaria firmó sus libros con su primer nombre y sus dos apellidos: Benigno Casaccia Bibolini. Posteriormente adopta el de Gabriel Casaccia que será el definitivo, y con él fue conocido por sus principales novelas.

    Es considerado por la crítica como "el primer adelantado de la narrativa paraguaya en exterior con sentido de modernidad". Su primer libro arranca de 1930. Hombres, mujeres y fantoches, una novela a la que seguirán en orden cronológico Mario Pereda, La Babosa, Los exiliados, Los Herederos y Los Huertas, ésta última editada después de su fallecimiento acaecido en Buenos Aires el 24 de noviembre de 1980.

    Al cumplirse el cuarto aniversario de su desaparición El Lector editó Cuentos Completos reuniendo en un solo volumen la totalidad de la narrativa breve de Casaccia, la cual había aparecido en periódicos, revistas y antologías y en dos libros titulados El Guajhú y El Pozo. En el haber creativo de Casaccia figura también una obra teatral: El bandolero.

    Por la calidad de su obra, Gabriel Casaccia figura como una
de las expresiones más completas de la narrativa paraguaya y latinoamericana de este siglo.

   Gabriel Casaccia, señala Augusto Roa Bastos, es el iniciador de la narrativa paraguaya contemporánea, lo que en buena medida da a su obra un carácter fundacional, y a su autor, el mérito insólito de haber echado a andar el género en un país novelísticamente inédito.






Fuente: Gabriel Casaccia Cuentos Completos
Editorial El Lector
Asunción, Paraguay, 1996.

viernes, 12 de octubre de 2012

1ra. Feria del Libro en Minga Guazú



Se está llevando a cabo en la Ciudad de Minga Guazú, la 1ra. Feria del Libro. El evento se inició el miércoles 10 de octubre y culminará mañana sábado 13, con una peña artística. Para hoy a las 17:00 horas se tiene programada una Conferencia con el Presidente de la Asociación de Escritores de Asunción, el prof. Lisandro Cardozo. A las 18:00 horas el prof. Lino Trinidad, Director General de planificación lingüística de la ciudad de Asunción, dictará una Conferencia sobre "La Ley de Lenguas".
A las 19:00 la Lic. Felisa Rodríguez de Medina disertará sobre La Literatura entre los jóvenes Altoparanaenses en la actualidad.
Mañana sábado 13 a las 18:00 los escritores Javier Viveros y Eulo García presentarán el libro "Punta Karajá" A las 19:00 horas el escritor minguero Damián Cabrera presentará su libro "Xirú".

El Tereré presente en la feria del Libro de Minga Guazú.
Foto: Carlos Rojas

Foto: Carlos Rojas

lunes, 17 de septiembre de 2012

La lectura es un viaje...

Damián Cabrera leyendo en la Escuela "Valle Hermoso"de Minga Guazú
   ¡Qué gran ciencia es saber leer!
    Es interrogar a un escritor , es pedirle enseñanza de las cosas que se ignoran, es discutir con él sobre tal o cual punto y refutarle tal o cual otro. Se acerca uno a él con respeto, pero sin opinión preconcebida; se entra en conversación íntima con él, se deja uno llevar, después se resiste, y si al fin nos convence, todo marcha bien. El lector inteligente es como aquella fiera diosa que no concedía su amor más que al que la había subyugado.
    Pero no sabe leer, ni siquiera deletrear el que al tomar un libro pasa hoja tras hoja, llega sin aliento hasta la última página, se harta de palabras y se queda sin la idea.
    Toda lectura, es un viaje de recreo, un viaje en pequeñas jornadas, donde uno se arregla y se acomoda. He aquí un punto de vista: contemplémoslo; aquí un hermoso bosque: descansemos.
                                                                                                           E. TEXIER
                                                                                                             (francés)

EDMUNDO TEXIER (1816-1887) fue periodista y literato. Además de su producción permanente en diarios y revistas, publicó algunos libros entre otros: Fisiología del poeta; Biografía de los periodistas; Cuentos y viajes; Los argonautas; etc..

viernes, 14 de septiembre de 2012

Ganadores del 18º Concurso de Cuentos del Club Centenario 2012


Ganadores del Concurso de cuentos breves "Jorge Ritter" 2010




Ganadores del Concurso de cuentos breves "Jorge Ritter" Edición 2010
Categoría Adultos

1er. Premio: “Los Colores de la Risa”
Autor/a: Estefanía María Careaga Cacace.

2do. Premio: “Estudio sobre Manos”
Autor/a: Federico Tomás Torres

3er. Puesto: “Identidad”
Autor/a: Adrián Sinay Duarte.

Mención: “El Teodorito” de Olga Laura Bertinat de Portillo
 
Mención: “Efecto Carroñero” de 

Eladio Rafael Idoyaga Ortellado

Ganadores del Concurso de Cuentos Jorge Ritter 2009


miércoles, 12 de septiembre de 2012

Bestiario Julio Cortázar

Bestiario es el primer libro de relatos que Julio Cortázar publica con su auténtico nombre. Pero no hay en estas ocho obras maestras ni el menor balbuceo ni resacas juveniles: son perfectas. Estos cuentos, que hablan de objetos y hechos cotidianos, pasan a la dimensión de la pesadilla o de la revelación de un modo natural e imperceptible. Sorpresa o incomodidad son, en cada texto, un condimento que se agrega al placer indescriptible de su lectura. Sus relatos nos desazonan porque poseen una característica muy rara en la literatura: se nos quedan mirando, como si esperaran algo de nosotros.
Después de leer estos verdaderos clásicos del género, nuestra opinión sobre el mundo no puede seguir siendo la misma.
Los cuentos de esta obra son:

 Casa tomada, Carta a una señorita de París, Lejana, Ómnibus, Cefalea, Circe, Las puertas del cielo, Bestiario.


CASA TOMADA


Nos gustaba la casa porque aparte de espaciosa y antigua (hoy que las casas antiguas sucumben a la más ventajosa liquidación de sus materiales) guardaba los recuerdos de nuestros bisabuelos, el abuelo paterno, nuestros padres y toda la infancia.
Nos habituamos Irene y yo a persistir solos en ella, lo que era una locura pues en esa casa podían vivir ocho personas sin estorbarse. Hacíamos la limpieza por la mañana, levantándonos a las siete, y a eso de las once yo le dejaba a Irene las ultimas habitaciones por repasar y me iba a la cocina. Almorzábamos al mediodía, siempre puntuales; ya no quedaba nada por hacer fuera de unos platos sucios. Nos resultaba grato almorzar pensando en la casa profunda y silenciosa y cómo nos bastábamos para mantenerla limpia. A veces llegábamos a creer que era ella la que no nos dejó casarnos. Irene rechazó dos pretendientes sin mayor motivo, a mí se me murió María Esther antes que llegáramos a comprometernos. Entramos en los cuarenta años con la inexpresada idea de que el nuestro, simple y silencioso matrimonio de hermanos, era necesaria clausura de la genealogía asentada por nuestros bisabuelos en nuestra casa. Nos moriríamos allí algún día, vagos y esquivos primos se quedarían con la casa y la echarían al suelo para enriquecerse con el terreno y los ladrillos; o mejor, nosotros mismos la voltearíamos justicieramente antes de que fuese demasiado tarde.
Irene era una chica nacida para no molestar a nadie. Aparte de su actividad matinal se pasaba el resto del día tejiendo en el sofá de su dormitorio. No sé por qué tejía tanto, yo creo que las mujeres tejen cuando han encontrado en esa labor el gran pretexto para no hacer nada. Irene no era así, tejía cosas siempre necesarias, tricotas para el invierno, medias para mí, mañanitas y chalecos para ella. A veces tejía un chaleco y después lo destejía en un momento porque algo no le agradaba; era gracioso ver en la canastilla el montón de lana encrespada resistiéndose a perder su forma de algunas horas. Los sábados iba yo al centro a comprarle lana; Irene tenía fe en mi gusto, se complacía con los colores y nunca tuve que devolver madejas. Yo aprovechaba esas salidas para dar una vuelta por las librerías y preguntar vanamente si había novedades en literatura francesa. Desde 1939 no llegaba nada valioso a la Argentina.
Pero es de la casa que me interesa hablar, de la casa y de Irene, porque yo no tengo importancia. Me pregunto qué hubiera hecho Irene sin el tejido. Uno puede releer un libro, pero cuando un pullover está terminado no se puede repetirlo sin escándalo. Un día encontré el cajón de abajo de la cómoda de alcanfor lleno de pañoletas blancas, verdes, lila. Estaban con naftalina, apiladas como en una mercería; no tuve valor para preguntarle a Irene qué pensaba hacer con ellas. No necesitábamos ganarnos la vida, todos los meses llegaba plata de los campos y el dinero aumentaba. Pero a Irene solamente la entretenía el tejido, mostraba una destreza maravillosa y a mí se me iban las horas viéndole las manos como erizos plateados, agujas yendo y viniendo y una o dos canastillas en el suelo donde se agitaban constantemente los ovillos. Era hermoso.
Cómo no acordarme de la distribución de la casa. El comedor, una sala con gobelinos, la biblioteca y tres dormitorios grandes quedaban en la parte más retirada, la que mira hacia Rodríguez Peña. Solamente un pasillo con su maciza puerta de roble aislaba esa parte del ala delantera donde había un baño, la cocina, nuestros dormitorios y el living central, al cual comunicaban los dormitorios y el pasillo. Se entraba a la casa por un zaguán con mayólica, y la puerta cancel daba al living. De manera que uno entraba por el zaguán, abría la cancel y pasaba al living; tenía a los lados las puertas de nuestros dormitorios, y al frente el pasillo que conducía a la parte más retirada; avanzando por el pasillo se franqueaba la puerta de roble y mas allá empezaba el otro lado de la casa, o bien se podía girar a la izquierda justamente antes de la puerta y seguir por un pasillo más estrecho que llevaba a la cocina y el baño. Cuando la puerta estaba abierta advertía uno que la casa era muy grande; si no, daba la impresión de un departamento de los que se edifican ahora, apenas para moverse; Irene y yo vivíamos siempre en esta parte de la casa, casi nunca íbamos más allá de la puerta de roble, salvo para hacer la limpieza, pues es increíble cómo se junta tierra en los muebles. Buenos Aires será una ciudad limpia, pero eso lo debe a sus habitantes y no a otra cosa. Hay demasiada tierra en el aire, apenas sopla una ráfaga se palpa el polvo en los mármoles de las consolas y entre los rombos de las carpetas de macramé; da trabajo sacarlo bien con plumero, vuela y se suspende en el aire, un momento después se deposita de nuevo en los muebles y los pianos.
Lo recordaré siempre con claridad porque fue simple y sin circunstancias inútiles. Irene estaba tejiendo en su dormitorio, eran las ocho de la noche y de repente se me ocurrió poner al fuego la pavita del mate. Fui por el pasillo hasta enfrentar la entornada puerta de roble, y daba la vuelta al codo que llevaba a la cocina cuando escuché algo en el comedor o en la biblioteca. El sonido venía impreciso y sordo, como un volcarse de silla sobre la alfombra o un ahogado susurro de conversación. También lo oí, al mismo tiempo o un segundo después, en el fondo del pasillo que traía desde aquellas piezas hasta la puerta. Me tiré contra la pared antes de que fuera demasiado tarde, la cerré de golpe apoyando el cuerpo; felizmente la llave estaba puesta de nuestro lado y además corrí el gran cerrojo para más seguridad.
Fui a la cocina, calenté la pavita, y cuando estuve de vuelta con la bandeja del mate le dije a Irene:
-Tuve que cerrar la puerta del pasillo. Han tomado parte del fondo.
Dejó caer el tejido y me miró con sus graves ojos cansados.
-¿Estás seguro?
Asentí.
-Entonces -dijo recogiendo las agujas- tendremos que vivir en este lado.
Yo cebaba el mate con mucho cuidado, pero ella tardó un rato en reanudar su labor. Me acuerdo que me tejía un chaleco gris; a mí me gustaba ese chaleco.
Los primeros días nos pareció penoso porque ambos habíamos dejado en la parte tomada muchas cosas que queríamos. Mis libros de literatura francesa, por ejemplo, estaban todos en la biblioteca. Irene pensó en una botella de Hesperidina de muchos años. Con frecuencia (pero esto solamente sucedió los primeros días) cerrábamos algún cajón de las cómodas y nos mirábamos con tristeza.
-No está aquí.
Y era una cosa más de todo lo que habíamos perdido al otro lado de la casa.
Pero también tuvimos ventajas. La limpieza se simplificó tanto que aun levantándose tardísimo, a las nueve y media por ejemplo, no daban las once y ya estábamos de brazos cruzados. Irene se acostumbró a ir conmigo a la cocina y ayudarme a preparar el almuerzo. Lo pensamos bien, y se decidió esto: mientras yo preparaba el almuerzo, Irene cocinaría platos para comer fríos de noche. Nos alegramos porque siempre resultaba molesto tener que abandonar los dormitorios al atardecer y ponerse a cocinar. Ahora nos bastaba con la mesa en el dormitorio de Irene y las fuentes de comida fiambre.
Irene estaba contenta porque le quedaba más tiempo para tejer. Yo andaba un poco perdido a causa de los libros, pero por no afligir a mi hermana me puse a revisar la colección de estampillas de papá, y eso me sirvió para matar el tiempo. Nos divertíamos mucho, cada uno en sus cosas, casi siempre reunidos en el dormitorio de Irene que era más cómodo. A veces Irene decía:
-Fijate este punto que se me ha ocurrido. ¿No da un dibujo de trébol?
Un rato después era yo el que le ponía ante los ojos un cuadradito de papel para que viese el mérito de algún sello de Eupen y Malmédy. Estábamos bien, y poco a poco empezábamos a no pensar. Se puede vivir sin pensar.
(Cuando Irene soñaba en alta voz yo me desvelaba en seguida. Nunca pude habituarme a esa voz de estatua o papagayo, voz que viene de los sueños y no de la garganta. Irene decía que mis sueños consistían en grandes sacudones que a veces hacían caer el cobertor. Nuestros dormitorios tenían el living de por medio, pero de noche se escuchaba cualquier cosa en la casa. Nos oíamos respirar, toser, presentíamos el ademán que conduce a la llave del velador, los mutuos y frecuentes insomnios.
Aparte de eso todo estaba callado en la casa. De día eran los rumores domésticos, el roce metálico de las agujas de tejer, un crujido al pasar las hojas del álbum filatélico. La puerta de roble, creo haberlo dicho, era maciza. En la cocina y el baño, que quedaban tocando la parte tomada, nos poníamos a hablar en voz más alta o Irene cantaba canciones de cuna. En una cocina hay demasiados ruidos de loza y vidrios para que otros sonidos irrumpan en ella. Muy pocas veces permitíamos allí el silencio, pero cuando tornábamos a los dormitorios y al living, entonces la casa se ponía callada y a media luz, hasta pisábamos despacio para no molestarnos. Yo creo que era por eso que de noche, cuando Irene empezaba a soñar en alta voz, me desvelaba en seguida.)
Es casi repetir lo mismo salvo las consecuencias. De noche siento sed, y antes de acostarnos le dije a Irene que iba hasta la cocina a servirme un vaso de agua. Desde la puerta del dormitorio (ella tejía) oí ruido en la cocina; tal vez en la cocina o tal vez en el baño porque el codo del pasillo apagaba el sonido. A Irene le llamó la atención mi brusca manera de detenerme, y vino a mi lado sin decir palabra. Nos quedamos escuchando los ruidos, notando claramente que eran de este lado de la puerta de roble, en la cocina y el baño, o en el pasillo mismo donde empezaba el codo casi al lado nuestro.
No nos miramos siquiera. Apreté el brazo de Irene y la hice correr conmigo hasta la puerta cancel, sin volvernos hacia atrás. Los ruidos se oían más fuerte pero siempre sordos, a espaldas nuestras. Cerré de un golpe la cancel y nos quedamos en el zaguán. Ahora no se oía nada.
-Han tomado esta parte -dijo Irene. El tejido le colgaba de las manos y las hebras iban hasta la cancel y se perdían debajo. Cuando vio que los ovillos habían quedado del otro lado, soltó el tejido sin mirarlo.
-¿Tuviste tiempo de traer alguna cosa? -le pregunté inútilmente.
-No, nada.
Estábamos con lo puesto. Me acordé de los quince mil pesos en el armario de mi dormitorio. Ya era tarde ahora.
Como me quedaba el reloj pulsera, vi que eran las once de la noche. Rodeé con mi brazo la cintura de Irene (yo creo que ella estaba llorando) y salimos así a la calle. Antes de alejarnos tuve lástima, cerré bien la puerta de entrada y tiré la llave a la alcantarilla. No fuese que a algún pobre diablo se le ocurriera robar y se metiera en la casa, a esa hora y con la casa tomada.

jueves, 6 de septiembre de 2012

La casa y el ladrillo Mario Benedetti

Cuando me confiscaron la palabra
y me quitaron hasta el horizonte
cuando salí silbando despacito
y hasta hice bromas con el funcionario
de emigración o desintegración
y hubo el adiós de siempre con la mano
a la familia firme en la baranda
a los amigos que sobrevivían
y un motor el derecho tosió fuerte
y movió la azafata sus pestañas
como diciendo a vos yo te conozco
yo tenía estudiada una teoría
del exilio mis pozos del exilio
pero el cursillo no sirvió de nada...(Fragmento)








Mario Benedetti fue un poeta y novelista uruguayo nacido en 1920 en Paso de  Los Toros.
Recibió la formación primaria y secundaria  en Montevideo y a los dieciocho años se trasladó  a Buenos Aires donde residió por varios años. En 1945 formó parte del famoso semanario «Marcha» donde colaboró como periodista hasta 1974.
Ocupó el cargo de director del Departamento de Literatura Hispanoamericana en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Universidad de Montevideo.
Desde 1983 se radicó en España permaneciendo allí la mayor parte del año. Obtuvo el VIII Premio Reina Sofía de Poesía y recibió el título de Doctor Honoris Causa por la Universidad de Alicante.
Su vasta producción literaria abarca todos los géneros, incluyendo famosas letras de canciones, cuentos y ensayos, traducidos en su mayoría a varios idiomas.
De su extensa obra se encuentran entre otros, la novela «Gracias por el fuego», «El olvido está lleno de memoria», y los poemarios, «Inventario Uno» e «Inventario Dos».
Falleció en Montevideo, Uruguay,  en mayo de 2009.  
 


Dedicatoria de mi hija Diana Acosta

martes, 4 de septiembre de 2012

Las voces de los animales de Ibrahim Gamero Idiáquez

    La idea original de este extraordinario libro -LAS VOCES DE LOS ANIMALES- fue concebida en 1963, cuando el profesor Ibrahim Gamero Idiáquez decidió preparar un pequeño texto que recordara a los maestros y enseñara a los niños los términos correctos con que deben ser designados los sonidos propios de los seres de la naturaleza animal.
    A lo largo de 26 años el autor fue recopilando -con esa acuciosidad que sólo provee el amor por el conocimiento- nuevos y hermosos ejemplos provenientes de autores americanos y de otros continentes, con los cuales enseñar a los lectores el correcto uso de tales términos.
    La materia que combina es original: lenguaje, biología, literatura, descripción de la naturaleza e imagen visual, de innegable interés para lectores de todas las edades y, particularmente, para quienes guardan amor especial por la naturaleza.

VOCES TRATADAS
La siesta del trópico.
El lobo se duerme,
lejanas bandadas de pájaros
manchan el fondo bruñido de pálido gris;
la vieja cigarra
ensaya la ronca guitarra senil
y el grillo preludia un solo monótono
en la única cuerda que está en su violín...
                                      Rubén Darío

1- AJEAR
     ajeo

Repetir la perdiz su grito de queja cuando se ve acechada o perseguida

* El hábitat preferido de la perdiz, lo forman las laderas del matorral bajo que facilita su ocultamiento o escape. Cuando se ve en peligro, silenciosamente se aparta corriendo entre las matas, y sólo vuela si ese peligro está a la vista. Entonces al espantarse, repite con monotonía: aj, aj, aj, que es su voz típica de huída, diciéndose por eso que ajea.

lunes, 3 de septiembre de 2012

MILAN KUNDERA
Nació en Brno (República Checa) en 1929.

martes, 28 de agosto de 2012

LOS MONÓLOGOS DE APPLEYARD O LA TERCERA LENGUA DEL PARAGUAY

"...los españoles corrompían la lengua india y las indias la española. Así nació una tercera o sea la que usan hoy día".
Martín Dobrizhoffer,S.J.,Historia de los Abipones, vol.I.
Resistencia, 1950.150p.

    Por fin había que hacer el elogio de la jeringonza, estructurar el desconcertado lenguaje, poner en letras esta algarabía. Es, al fin y al cabo, la realidad del Paraguay.
    Que esto es una corrupción, que esto es una lengua impura...¿Quién dijo pues? ¿Esos señores de Castilla...? Esta lengua es y esto basta. Que se escandalicen quienes piensan siempre en lo que debería ser, y no quieren ver nunca lo que es. Porque una tercera lengua nació; quien tenga oídos para oir que oiga.
    Por supuesto que la vieja gramática y la ortografía académica se llevaron un tal susto que huyeron despavoridas, mientras que el diccionario se mareó con tanto sentido desquiciado. Una mala broma que hace tiempo el pueblo le está jugando a las "autoridades".
    Los "Monólogos" de Appleyard son un documento, como lengua y como hecho social. Hasta ahora se tenían algunos textos-no muchos-del "yopará" o jeringonza de guaraní con castellano, pero las "letras" paraguayas se habían opuesto casi terminantemente a ese otro "yopará" castellano con guaraní.
    Hace siglos que el pueblo habla y no había manera de saber a punto fijo cómo hablaba, porque a los señores letrados no les daba en gana ponerlo negro sobre blanco.
    Siempre se partía más o menos del supuesto que el guaraní había sucumbido parcialmente ante la mayor "riqueza" del castellano. Había hispanismos en el guaraní a nivel fonético, a nivel gramatical y, sobre todo, a nivel léxico. Todos sabíamos que hay un guaraní "paraguayo" que, a su vez, es una tercera lengua respecto al guaraní antiguo y al guaraní "tribal". Pero un castellano "paraguayo" eso no tenía que ser-adónde iríamos a parar-; y sin embargo, era.
    De las características fonéticas, gramaticales y lexicales de este castellano "paraguayo" y de qué proceso social es inherente, los "Monólogos" de Appleyard son una buena muestra. En ese "castilla paraguayo" hay disparate, mezcla, incoherencias, como si la lengua estuviera a medio deshacerse -o a medio hacerse-.
    Cuando por la mañana recibimos el periódico LA TRIBUNA, buscamos el "monólogo" de Appleyard. La verdadera verdad de lo que ocurrió y de que hablan -o no hablan- las informaciones, está ahí en la ironía y en la caricatura del "monólogo". Los "Monólogos" de Appleyard son la misma "comedia humana" del Paraguay y de su ciudad Asunción. Y ¿quién podría tomar en serio una cosa tan seria?
                                                                                    BARTOMEU MELIA, S.J.
                                                                                       Setiembre 1973
PASO A COMISIÓN   1

    Pero etamo trabajando etupendamente bien, ch'amigo. Ni te imaginá. Así da guto trabajar. Eso lo que hacía falta hace tiempo ya. Y de repente salió la idea y todo etuvimo conforme y no pusimo en campaña y ahora, depué de tre mese, no queré creer luego en lo resultado. Y pensar que tanto tiempo etuviiiimo ahí sin hacer nada, porque cada uno quería tirar para su lado y entonce como dice el doctor "se desperdicia lo efuerzo de todo". Y eso co é cierto, che ra-á porque é lo mimo que do güeye cada cual tire para lado diferente y entonce la carreta no va a ninguna parte, pué.

    No, ahora yo soy vicepresidente tercero. Ante era secretario de acta, pero depué de la retructuración última me eligieron para vicepresidente. Y é un cargo de mucha responsabilidá porque yo soy presidente de tre comisión, luego.

    Sí, primero me nombraron presidente de la Comisión de Festejo Patronale de la compañía "Potrero Góme-cué", que se tiene que preparar luego con seis mese de anticipación por que la fieta cada año é má grande y tenemo que coordinar con lo paí y eso para la prosección y para la fieta pagana, contratar parque de diversione, con calesita y todo eso y taién un poco de ruleta para que se divierta lo mitá. Depué se me nombró presidente de la Comisión de Gato Estraordinario, que etá controlado por la Comisión de Control General del Club, que e presidente el vicepresidente primero. Entonce pasa por nojotro todo eso de dieta a lo jugadore, de premio cuando gana lo partido y todo eso... Entendé pá?.

    Y la tercera comisión que soy presidente é de Relacione Pública que trabaja en cordinación con la Secretaría General de que depende la Secretaría de Relacione Pública y entonce se hace muy bien todo porque ya no so vo lo que tené que hacer todo y trabajamo en equipo.

    ¡Ah...! Y depué soy miembro de la Comisión de Gato Imprevito así cuando hay que pagar si se muere alguien de lo socio o su mamá y eso.

    No, para eso hay que etar en Sucomisión de Fúbol, que depende de la Comisión de Deporte y eso trabaja en cordinación con la Secretaría General.

    Pero cómo lo que no te da cuenta, che ra-á, que el Clu se llama pué "Centro Cultural, Deportivo y Recreativo "Brisa de la Juventú Góme-cuerense" y entonce solamente con la Secretaría General se cordina con la tres grande comisiones, que son de Deporte, porque é deportivo; de Cultura, porque é cultural y de Recreacione, porque é recreativo. Entendite, pá?.

Y güeno, entonce. Si vo queré iscribir a tu hijo para que juegue fúbol en la división infantil, tené que presentar tu solicitú dirigida al presidente del clú y entonce él va a pasar por Secretaría General a la Comisión de Deporte, que tiene que estudiar el caso y entonce depué pasa a la Sucomisión de Fúbol y depué a la Comisión de Gato Ordinario.

    ¡Ehj...! ¡Pero qué notable!. Cómo lo que podé decir eso. No hay nió ningún lío, sino é organización, nomá y trabaajo en equipo. ¡La pucha!. Y ahora vo queré quejarte porque pasa a comisión. Acá, mi amigo, todo pasa a comisión. Y si te guta, etá bien y si no te guta, lo mimo. ¡La pucha!. Vo sí que lo que so enemigo del progreso.
                                                                                   José Luis Appleyard