Desde las
primeras manifestaciones en piedra, en madera, en tabletas de arcilla con
escritura cuneiforme hasta llegar al libro electrónico, la escritura y los
libros fueron cambiando a través de los siglos. Actualmente los libros físicos comparten
espacio con otros soportes en la era del e-book.
Frente a los
nuevos recursos tecnológicos, el papel va perdiendo primacía. A partir de 2002, en
Estados Unidos, fueron varios los periódicos impresos que fueron cerrando sus oficinas para dar lugar a
versiones virtuales. Hoy por hoy, títulos de los más diversos autores pueden ser
encontrados y comprados con un click en tiendas virtuales como
Amazon.com, que fue la empresa que
inventó el lector de libros electrónicos Kindle, cuyos modelos pueden almacenar
más de 3.500 libros en sus páginas
virtuales.
El recientemente
fallecido Steve Jobs, de la empresa Apple fue uno de los creadores del iPad, una tableta más sofisticada que el
Kindle ya que tiene otras funciones
además de ser un lector de libros electrónicos
y por eso es una herramienta muy vendida
y un rival vigoroso de los libros físicos, a pesar de que su costo aún es muy
elevado-superior al costo de una notebook promedio-, lo que la hace poco
accesible.
Aquí en Ciudad del Este, a la que muchos llaman la “Ciudad Pirata”, no estamos ajenos
al boom digital. Hay negocios que venden las últimas versiones de los artículos
electrónicos más recientes, muchas veces inaccesible para nuestra gente;
originales, valuados en dólares, o versiones pirateadas que cuestan hasta 75%
menos.
Hoy, recorriendo
las calles del centro, me topé con un joven que llevaba entre sus manos uno de
estos iPads, y un pendrive colgado del
cuello. Compartimos una mesa en el puesto de empanadas, y se le veía eufórico.
Era tal la atención que ponía en su pantalla de colores que me puse a observar
lo que miraba, y le pregunté qué hacía.
-Yo me dedico a
piratear libros-. Y señalándome el
pendrive añadió: Aquí tengo 500 títulos
que descargué de Internet. Son los libros más leídos de la literatura universal,
y tengo una misión: pasar todos estos
libros a la mayor cantidad de gente posible.
Lo miré con cara
de asombro porque me pareció una misión inaudita y fantástica. Se rió y me empezó a
contar su historia: Yo vivía en Asunción, y allá tuve una infancia difícil. Vendía
chipas y bollos los domingos de mañana a
la hora de la misa, y en la canchita de
fútbol por las tardes. Mis padres no tenían condiciones para comprarme los
libros que alguna vez había hojeado en una librería, y en la escuela no había biblioteca. A veces
me iba a casa de un compañero, que tenía una colección de libros infantiles, y me
pasaba la tarde leyendo. Mi amigo se enojaba porque quería jugar al fútbol y yo
no le hacía caso. Un día me dio un libro, y me dijo llevátelo, te lo regalo,
leélo en tu casa, pero vení a jugar conmigo.
Hace unos meses
que empecé con esto. Descubrí unos sitios de descargas de libros, y a todos mis
amigos que tienen computadora les copio lo que descargué, y ellos a su vez a
sus amigos.
Cuando estaba por
preguntarle otros detalles de su misión extraña se levantó y dijo me voy. Casi gritando le
pregunté cuál era su nombre. Se dio
vuelta, me miró sonriente y me dijo: Mis amigos me dicen Jack Sparrow. Y ya
no lo vi, se aglutinó acelerado entre la gente que circulaba en la calle, y se perdió entre los turistas de la
ciudad pirata.
Tomado de la revista El tereré
Octubre de 2011 Nº 16
Tomado de la revista El tereré
Octubre de 2011 Nº 16
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