martes, 7 de agosto de 2012

Desde la piedra por Olga Bertinat


Desde las primeras manifestaciones en piedra, en madera, en tabletas de arcilla con escritura cuneiforme hasta llegar al libro electrónico, la escritura y los libros fueron cambiando a través de los siglos. Actualmente los libros físicos comparten espacio con otros soportes en la era del e-book.
Frente a los nuevos recursos tecnológicos, el papel  va perdiendo primacía. A partir de 2002, en Estados Unidos, fueron varios los periódicos impresos que  fueron cerrando sus oficinas para dar lugar a versiones virtuales. Hoy por hoy, títulos de los más diversos autores  pueden ser  encontrados y comprados con un click en tiendas virtuales como Amazon.com,  que fue la empresa que inventó el lector de libros electrónicos Kindle, cuyos modelos pueden almacenar  más de 3.500 libros en sus páginas virtuales.
El recientemente fallecido Steve Jobs, de la empresa Apple  fue uno de los creadores del  iPad, una tableta más sofisticada que el Kindle  ya que tiene otras funciones además de  ser un lector de libros electrónicos  y por eso es una herramienta muy vendida y un rival vigoroso de los libros físicos, a pesar de que su costo aún es muy elevado-superior al costo de una notebook promedio-, lo que la hace poco accesible.
Aquí  en Ciudad del Este, a la que muchos  llaman la “Ciudad Pirata”, no estamos ajenos al boom digital. Hay negocios que venden las últimas versiones de los artículos electrónicos más recientes, muchas veces inaccesible para nuestra gente; originales, valuados en dólares, o versiones pirateadas que cuestan hasta 75% menos.
Hoy, recorriendo las calles del centro, me topé con un joven que llevaba entre sus manos uno de estos iPads,  y un pendrive colgado del cuello. Compartimos una mesa en el puesto de empanadas, y se le veía eufórico. Era tal la atención que ponía en su pantalla de colores que me puse a observar lo que miraba, y le pregunté qué hacía.
-Yo me dedico a piratear libros-.  Y señalándome el pendrive añadió: Aquí tengo 500  títulos que descargué de Internet. Son los libros más leídos de la literatura universal, y tengo una misión: pasar todos  estos libros a la mayor cantidad de gente posible.
Lo miré con cara de asombro porque me pareció una misión  inaudita y fantástica. Se rió y me empezó a contar su historia: Yo vivía en Asunción, y allá tuve una infancia difícil. Vendía chipas y bollos  los domingos de mañana a la hora de  la misa, y en la canchita de fútbol por las tardes. Mis padres no tenían condiciones para comprarme los libros que alguna vez había hojeado en una librería,  y en la escuela no había biblioteca. A veces me iba a casa de un compañero, que tenía una colección de libros infantiles, y me pasaba la tarde leyendo. Mi amigo se enojaba porque quería jugar al fútbol y yo no le hacía caso. Un día me dio un libro, y me dijo llevátelo, te lo regalo, leélo en tu casa, pero vení a jugar conmigo.
Hace unos meses que empecé con esto. Descubrí unos sitios de descargas de libros, y a todos mis amigos que tienen computadora les copio lo que descargué, y ellos a su vez a sus amigos.
Cuando estaba por preguntarle otros detalles de su misión extraña  se levantó y dijo me voy. Casi gritando le pregunté cuál era su nombre.  Se dio vuelta, me miró sonriente y me dijo: Mis amigos me dicen Jack Sparrow.  Y  ya no lo vi, se aglutinó acelerado entre la gente que circulaba en  la calle, y se perdió entre los turistas de la ciudad pirata.
Tomado de la revista El tereré
Octubre de 2011 Nº 16

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