lunes, 19 de septiembre de 2011

Platero y yo II PAISAJE GRANA

La cumbre. Así está el ocaso, todo empurpurado, herido por sus propios cristales, que le hacen sangre por doquiera. A su esplendor, el pinar verde se agria, vagamente enrojecido; y las hierbas y las florecillas, encendidas y transparentes, embalsaman el instante sereno de una esencia mojada penetrante y luminosa.
Yo me quedo extasiado en el crepúsculo. Platero, granas de ocaso sus ojos negros, se va, manso, a un charco de aguas de carmín, de rosa, de violeta, hunde suavemente su boca en los espejos, que parece que se hacen líquidos al tocarlos él; y hay por su enorme garganta como un pasar profuso de umbrías aguas de sangre.
El paraje es conocido, pero el momento lo trastorna y lo hace extraño, ruinoso y monumental. Se dijera, a cada instante, que vamos a descubrir un palacio abandonado...La tarde se prolonga más allá de sí misma, y la hora, contagiada de eternidad, es infinita, pacífica, insondable...
-Anda, Platero...

4 comentarios:

  1. Platero y yo un libro imprescindible, Magnifico

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  2. Así es Francisco. Lo más interesante de mi historia con Platero es que en mi niñez nunca llegué a leer el libro completamente, recuerdo que mi madre me leyó el capítulo LXV "La Muerte" y fue muy triste. Hace poco lo leí enteramente y es un libro precioso.
    Aprovecho este espacio y saludo a mi ex-compañeros del 2º año A de la Escuela Experimental de Malvín de Montevideo con quienes tuve la oportunidad de pasar gratos momentos infantiles que perdurarán en el recuerdo.

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