sábado, 10 de septiembre de 2011

El ratón de la ciudad y el de campo


Un ratón de ciudad y un ratón de campo eran muy amigos. Cierto hermoso domingo de primavera, el primero fue a visitar al segundo, que lo recibió con todos los honores.
Cuando llegó la hora de comer, lo llevó al campo para que comiese hierbas y espigas.
El ratón de la ciudad no quedó muy satisfecho de aquella comida tan sencilla, acostumbrado como estaba a las golosinas de la capital. Por ello, en el momento de despedirse, dijo a su amigo:
-El domingo próximo, ven a verme y haré que te hartes de manjares exquisitos; seguramente, después, no podrás resignarte a comer éstos.
El domingo siguiente, el campesino fue a la ciudad. Su amigo lo llevó enseguida a la despensa que le servía de habitación y lo puso ante toda clase de golosinas: tarros de miel, piezas de queso, largas filas de salchichas y gruesos salchichones. Pero el pobre ratón campesino, encerrado en aquella húmeda y obscura despensa, no sentía apetito, pues estaba acostumbrado al aire libre de sus campos. Sin embargo,para no parecer descortés, probó un poco de todo.
Estaban atacando una hermosa pieza de queso, cuando la puerta, que había quedado entreabierta, se abrió de repente, y apareció en el umbral un monstruo enorme, de largos bogotes y tiesas orejas.
-¡El gato!-exclamó el ratón ciudadano. -¡Sálvese quien pueda!
Y de un brinco penetró en un agujero abierto en la pared. El ratón campesino, con el corazón angustiado, le siguió en aquel refugio.
El gato avanzó por la habitación, olfateó el suelo, husmeó el aire, movió la cola, y después, volviendo sobre sus pasos, se marchó.
-Te agradezco tu hospitalidad -dijo entonces el ratón campesino, saliendo de su escondite. -Verdaderamente, aquí se comen manjares exquisitos; pero tenéis muchas emociones y poco aire. Prefiero mi campo. ¡Adiós, amigo!

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