jueves, 28 de septiembre de 2017

Libros descartables* por Olga Bertinat de Portillo


Leí en los diarios que los estudiantes de la Media se movilizaron  reclamando al Ministerio de Educación una entrega anual y gratuita de libros: "Queremos todos los libros, todos los años, todos en febrero" según palabras de una de las voceras de la organización UNEPY (Unión Nacional de Centros de Estudiantes del Paraguay).  
Me parece excelente que los alumnos  exijan  libros para poder estudiar y prepararse  mejor, y es fundamental que éstos lleguen a la institución antes del inicio de las clases;  pero lo que  no considero necesario es  que estos libros deban ser regalados  cada año a cada alumno: sólo deben ser prestados. Sí, debe hacerse un préstamo anual al alumno con devolución y por lo menos estos libros deben reutilizarse durante 5 años.
Me tocó cursar  parte de mi secundaria en Uruguay y el primer día de clases  se le entregaba a cada alumno  un paquete con los libros correspondientes a su curso con el compromiso de devolverlos a fin de año.
Aquello tenía sus reglas: había que forrarlos para su mejor conservación;  no se los debía rayar,  tampoco escribirlos o arrancarle  hojas  y teníamos  que cuidarlos como si fueran nuestros para  que los alumnos del año siguiente pudieran seguir usándolos.
En aquel entonces los libros eran libros: se utilizaban para leer y para  poder realizar las tareas en casa; no eran como los libros que se usan ahora, del  tipo cuaderno, en donde hay contenidos y  preguntas y   allí mismo se deben escribir las respuestas  (práctica que considero perjudicial ya que con este sistema  los alumnos escriben cada vez menos).
Con la experiencia del  préstamo se pueden inculcar  valores significativos como el cuidado de lo ajeno: “tengo que cuidar  como si fuera mío”  y  es un ejercicio de responsabilidad pues crea en el joven el compromiso  de tener durante un año, un objeto  que debe devolver en las mismas condiciones  que lo recibió.
La vida útil de las cosas es relativa, vivimos en la era de lo descartable, lo desechable: USAR Y TIRAR. Es interesante decir: “esto es descartable”  si hablamos de un pañal o de un pañuelo, pero no cuando nos referimos a un libro.
El libro impreso debe ser útil  por más de un año, por varias generaciones; no puede morir tan de prisa  en la batalla del aprendizaje estudiantil.
Hay circunstancias en que los libros sobreviven  más de un año pero no por eso su destino cambia y no siempre se los tiene  en una biblioteca o en un estante de la casa. Me tocó ver en varias oportunidades cómo los libros eran utilizados  para prender el fuego; las hojas arrancadas, estrujadas y  colocadas debajo de la leña se convirtieron  en cenizas en pocos segundos.
También recuerdo  cómo  un libro de geografía era deshojado y los mapas de colores  eran colocados  dentro de las botas de goma para el barro, quizás para evitar la entrada de humedad y para que los pies se mantuvieran secos. En ambos casos los libros fueron desechados como se desecha  un simple  papel viejo.
Ojalá que los estudiantes que se movilizaron  puedan conseguir los libros que reclaman y que realmente los utilicen para educarse, que no sean  simples adornos  dentro de sus mochilas;  y que los devuelvan cada año así como los recibieron de la institución educativa a la que acuden.
Como docente percibo que muchos estudiantes exigen  calidad educativa pero cuando el profesor es exigente  también reclaman. Así como ellos exigen calidad educativa también se les debe exigir que sean coherentes.
 *Publicado en el diario La Nación, Paraguay                                                                                     



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