Pena
Una lágrima resbaló
y rodó
silenciosa;
atravesó los surcos
de la marcada tez,
y deslizándose
lentamente
llegó a la mesa.
Y
fueron llegando:
una,
luego otra
y otra...
dibujando en la madera
lagos tibios
transparentes y pequeños,
miniaturas de tristezas,
charquitos salados
de
dolor...
Y la pena quedó allí,
muda,
inmóvil,
vana,
mísera,
convertida en nada...
¡La inmensa pena!
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