![]() |
Imagen extraída de Internet |
EL HOMBRE DE LA
CAJA
La rutina era como una rueda colosal que
giraba en torno de la carpa, como que
sus peripecias no tuvieran principio ni final y que todos los pueblos
fuesen el mismo pueblo.
Los parlantes estridentes transitando por las calles polvorientas
anunciaban su llegada, pero nunca su partida. Al principio venían cada seis
meses y sus trastos ocupaban diez vagones bien cargados contando los de los
animales: traían leones, elefantes, tigres y caballos pequeños…Ya en las
postrimerías solían llegar una vez al
año, apenas con tres vagones. La decadencia del circo era evidente, ya no
traían animales y las atracciones de ahora consistían en una pareja de enanos, una
mujer barbuda, un alfeñique y un hombre
que traían escondido en una caja espaciosa de madera, llena de orificios para
que el personaje misterioso respirara.
El enigma me cautivó enseguida, pero
para poder verlo había que pagar el doble.
La noche de apertura estuve allí desde temprano. La gente se había
aglomerado cerca de la boletería para sacar las entradas. ¡Era siempre así el
primer día! Esperé en la fila hasta que la muchacha apareció y comenzó a
venderlas.
Cuando llegó mi turno le dije: -Quiero ver al hombre de la caja.
Ella sin mirarme me cobró y me entregó la boleta y con el brazo extendido me señaló hacia una carpa
triangular bastante colorida, armada debajo de la carpa grande.
Caminé hasta allí y vi colgado sobre la puerta de lona plástica un
letrero de cartulina con una inscripción que indicaba:
- ¡VEA AQUÍ AL HOMBRE ELEFANTE!
Me paré delante de la puerta en
silencio, esperando ansiosa para entrar y enseguida una voz gangosa que
provenía desde adentro dijo:
-¡Adelante!
Levanté la lona y entré. Fue cuando
lo vi. Estaba sentado en una silla de espaldas hacia la puerta. Una luz lánguida
alumbraba el espacio. Entonces el hombre se paró y se volteó despacio. Su
aspecto me impactó y controlé fuertemente mis ganas de salir corriendo.
De la cara le brotaba una trompa carnosa, esponjosa y rosada; como la de un
elefante espantado; sus ojos desorbitados por la deformidad, no consiguieron
hallar los míos. Sin saber qué hacer ni qué decir, me di vuelta y salí aturdida
del lugar.
No pude quedarme a ver la función,
se me habían encrespado las ganas… y, desde ese día, el circo dejó de ser divertido.
* Cuento presentado al Taller Literario Bilingüe seleccionado por Susy Delgado para el libro Textos Escogidos, 2012
No hay comentarios:
Publicar un comentario