Los titulares nos
asombran con la noticia de que ha habido un brote de brucelosis en un hato de cabras
y varias personas han contraído esta grave
enfermedad.
Podría esperarse un
desenlace de esta índole en algún lugar remoto del país, donde las normas de bioseguridad
no se aplican por falta de conocimiento;
pero es absurdo e indignante que el
contagio haya ocurrido justamente en la
Facultad de Ciencias Veterinarias de la
Universidad Nacional de Asunción.
Las cabras proveen una
leche rica en nutrientes y generalmente es consumida por personas enfermas, que
buscan en este alimento una mejoría para sus dolencias; por ello es utilizada
en la alimentación de niños
alérgicos o personas con úlceras
digestivas. Las personas que realizan tratamientos de quimioterapia la utilizan
para disminuir las reacciones
secundarias que éstas producen como lo son la caída del pelo y los vómitos.
La leche de cabra vendida en la Facultad de
Ciencias Veterinarias no estaba en condiciones de ser vendida y pudo haber causado en las personas que la
bebieron, en vez de un alivio a sus padecimientos, una grave enfermedad que arrastrarán
de por vida.
Según las informaciones publicadas en los
medios, los directivos de esta casa de estudios tenían conocimiento del brote
de la enfermedad y no tomaron las medidas correspondientes a tiempo y siguieron
vendiendo la leche de las cabras infectadas.
No sé si es el momento
de buscar culpables o si es momento de
reflexionar y hacer un análisis de este tipo de
situaciones desastrosas que ocurren en diferentes ámbitos y dependencias
del país.
Somos el país del día
después, siempre se espera que suceda lo peor para tomar medidas. Esperamos que ocurran los hechos en vez de
prevenirlos y no lamentarnos más tarde.
En Ciudad del Este por
ejemplo, en la Avenida Los Lapachos, hay un árbol corpulento en la vereda, pero
está seco, en cualquier momento puede caer, sin embargo los responsables de
cortarlo esperan y postergan la acción quizás esperando que caiga sobre algún vehículo
y que mate a alguien.
Cuando pienso en tantos
hechos que podrían haberse evitado, recuerdo la novela de Gabriel García
Márquez “Crónica de una muerte anunciada” donde se advertía sobre la muerte
del joven Santiago Nasar (sin él
saberlo). El pueblo entero tenía
conocimiento que lo matarían sin embargo nadie impidió su muerte.
Aquí en Paraguay somos
poseedores de varias “muertes anunciadas”; lo de las cabras y la brucelosis es
apenas una muestra de nuestra idiosincrasia de actuar al día siguiente y para
muestra basta un botón.
Algunos como chiste comentan:
“Estamos en Paraguay”, como queriendo
reforzar la idea de que aquí no hay otra opción; debe estar mal porque estamos
en Paraguay.
Nos acostumbramos al
vai vai, a lo mal hecho, al mal proceder;
sin
la responsabilidad de hacer o actuar bien, quizás porque sea más fácil, por
desidia o por ignorancia, pues ese actuar
mal se transforma en hábito y se esparce en todas las áreas de nuestro
cotidiano.
Tenemos chapuceros en
medicina, en albañilería, en abogacía, en ministerios, en facultades, en la
dirigencia del país…y la lista sigue y es abultada.
Ojalá podamos salir de este círculo perverso de chapucería para evitar que casos como el de
la brucelosis estremezcan a la ciudadanía; y que esta historia se recuerde como una de
las historias más absurdas del Paraguay del siglo XXI.
*Publicado en el Diario La Nación el viernes 3 de noviembre de 2017
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