Curso de Apicultura, Nueva Alborada, Itapúa |
La Ley 665/77 de Apicultura en su artículo primero expresa: “Declárese a la apicultura como una actividad de importancia económica y social, debiendo protegerse a la abeja doméstica como insecto útil y a la flora apícola como riqueza nacional”.
En este sentido la ley es clara y determina una
orden de protección de las abejas como insecto benéfico.
Este insecto pequeño y pocas veces valorado en
su total dimensión es el ejecutor de una de las labores más importantes desde
el punto de vista agrícola: la polinización.
Esta actividad llevada a cabo por las abejas y
en menor escala por otros insectos y animales es vital para la fructificación
de las plantas.
En una flor encontramos los granos de
polen que son las células reproductoras
masculinas. Este polen debe fusionarse con las células reproductoras femeninas
(óvulos) a través del proceso de la fecundación. Luego de ese proceso el ovario
maduro de la flor se convierte en fruto y los óvulos fecundados en semillas.
Sin la presencia de las abejas, el polen que es
trasladado por las patas y el cuerpo de estos insectos, muchas veces no
llegaría a fecundar los óvulos y no tendríamos frutos ni semillas.
La palabra polinización proviene de polen. Es
importante saber que hay polinizadores como mariposas, abejorros, murciélagos y
picaflores que también realizan este proceso fundamental en las plantas y que
nos asegura la biodiversidad.
En países donde las abejas fueron exterminadas,
la polinización debe realizarse en forma manual y el porcentaje de fecundación
obtenido decae notablemente. Además para poder polinizar grandes extensiones se
necesita suficiente personal humano (en China realizan esta polinización manual
en frutales y es muy chocante ver a hombres y mujeres trepados en los árboles).
En países como el nuestro en que las leyes no se cumplen a cabalidad, las abejas están
siendo exterminadas por el mal uso de los plaguicidas, por la aplicación en horarios
inadecuados y por los ingredientes activos utilizados que son sumamente nocivos
para ellas.
Existen plaguicidas como los neonicotinoides que están prohibidos en la Unión Europea (UE);
sin embargo en nuestro país se siguen utilizando. Los organismos estatales
controladores, deberían enfocarse en las abejas como insectos benéficos y
propiciar su protección. Bien sabemos de la importancia de los cultivos
extensivos en nuestro país, pero debemos aprender a trabajar de forma conjunta
ambas actividades agrícolas (apicultura-agricultura) pues una depende de la
otra para que la biodiversidad del planeta no se pierda.
Lo mismo ocurre con la flora apícola que de
acuerdo a la ley 665/77, estas especies son consideradas “riqueza nacional” como se establece en el
artículo primero. Es importante que las abejas tengan alimento y es de estas
especies de donde ellas extraen el néctar y el polen que transportan luego a su colmena (como
alimento, no sin antes realizar la labor de polinización).
Estas especies de la flora deberían implantarse
en avenidas, plazas, parques, paseos centrales, es decir, que se debe propiciar
a las abejas el alimento necesario para
su conservación.
Con la deforestación alcanzando porcentajes
alarmantes, pérdida de hábitats de especies y falta de protección a las abejas,
corremos el riesgo de perder en poco tiempo la biodiversidad que representa
nuestro legado a las generaciones
futuras. A este paso de destrucción en cincuenta años las distintas especies
tanto animales como vegetales se habrán reducido en un 40% .
La ambición desmedida, la corrupción y la falta de políticas conservacionistas son
ingredientes de un cóctel mortal para el futuro de nuestra flora y fauna;
quedando nuestros débiles recursos naturales dando manotadas de ahogado en un escenario para nada alentador.
Olga
Bertinat de Portillo
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