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Convengamos, pues, en que puede existir algo de eso en TABARÉ, si es que éste es un poema real. Pero no basta con eso, o mucho me equivoco, para que la elección de Bretón merezca ser alentada, sin estar un poco sobre aviso. Bien es verdad que mi compatriota Alfonso Broqua, que es un noble artista, ha oído esa intrínseca palpitación de vida musical americana en TABARÉ, y la ha inoculado en inspiradísima partitura que me encanta; pero el músico uruguayo ha hecho con mis versos lo que Schumann, pongo por caso, con los de Heine, su compatriota alemán: ha traducido en música los versos mismos.
Y lo que Bretón va a hacer es otra cosa. La ópera, género a mi parecer menos intenso que el otro, por lo más extenso, no es sólo deleite difuso del oído; lo es al par concreto de los ojos y de la atención. No basta, para que haya ópera, que se oiga música; es preciso ofrecer espectáculo, color, personajes visibles, fábula interesante, acción dramática.
¿La hay suficiente en TABARÉ? Ese fué el problema que yo sometí a la consideración de Bretón al contestar su carta, y el que me propuse a mí mismo: el libreto, el cuadro y desarrollo escénicos de la ópera TABARÉ; no tanto los versos, por más que siempre hubiera querido que fueran los míos, ingenuos y todo, como son.
Y eso fué lo que hizo que me encontrara en mi poema con personas sonoras, Tan nuevas para mí, que parecía que mis estrofas habían retoñado con el tiempo; me hallé con cosas puestas allí por otro que no era yo propiamente; que se habían puesto a sí mismas. Y recordé aquello de la predisposición musical, generadora de ideas, de que habla Schiller, y lo del crítico francés, que nos aconseja no temamos atribuir a los artistas un ideal que ellos mismos no tuvieron. Y también la frase de Platón: "Los poetas dicen cosas grandes y sabias que no entienden".
(1) Zorrilla de San Martín escribió este ensayo aparentemente para comentar el proyecto del ilustre compositor español Tomás Bretón de verter las estrofas del poema TABARÉ al lenguaje musical, propósito que realizó el autor de GARIN haciendo, en lo que al libreto se refiere, una adaptación personal de los versos del poeta. En realidad, lo que se propuso Zorrilla de San Martín al escribir este ensayo fué tomar pretexto del tema para realizar la autocrítica de su poema. La primera versión fué incorporada, con el título "El libreto de TABARÉ", como prólogo de la edición del poema hecha en Montevideo en 1918. Revisada y ajustada más tarde por el autor, la incluyó en la edición de sus obras completas hecha por el Banco de la República en 1930. La incorporamos ahora a esta edición conmemorativa del centenario del nacimiento del poeta, como prólogo único, prescindiendo así de juicios y opiniones ajenos, que se han repetido muchas veces, y en los que críticos europeos e hispanoamericanos han consagrado el valor épico de TABARÉ y su jerarquía excepcional en el cuadro de las letras castellanas. Es, sin duda, interesante conocer cuanto la crítica ha dicho del poema; pero, el juicio universal sigue abierto y no cesan de producirse nuevos aportes críticos. En cambio, la voz del autor, que ya se ha extinguido, no volverá a agregar nuevos conceptos a los expresados en este ensayo. Escuchemos, pues, como introducción a esta edición conmemorativa del centenario del nacimiento de Juan Zorrilla de San Martín, la voz del poeta, que revela su recóndito pensamiento sobre la obra que creó y que sigue viviendo con la prístina frescura de los días en que fué conocida por los lectores de 1888
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