Leí en los diarios que
los estudiantes de la Media se movilizaron reclamando al Ministerio de Educación una entrega
anual y gratuita de libros: "Queremos todos los libros,
todos los años, todos en febrero" según palabras de una de las voceras de
la organización UNEPY (Unión Nacional de Centros de Estudiantes del Paraguay).
Me parece excelente que
los alumnos exijan libros para poder estudiar y prepararse mejor, y es fundamental que éstos lleguen a la
institución antes del inicio de las clases;
pero lo que no considero necesario
es que estos libros deban ser regalados cada año a cada alumno: sólo deben ser prestados.
Sí, debe hacerse un préstamo anual al alumno con devolución y por lo menos
estos libros deben reutilizarse durante 5 años.
Me tocó cursar parte de mi secundaria en Uruguay y el primer
día de clases se le entregaba a cada
alumno un paquete con los libros
correspondientes a su curso con el compromiso de devolverlos a fin de año.
Aquello tenía sus reglas:
había que forrarlos para su mejor conservación; no se los debía rayar, tampoco escribirlos o arrancarle hojas y
teníamos que cuidarlos como si fueran
nuestros para que los alumnos del año
siguiente pudieran seguir usándolos.
En aquel entonces los
libros eran libros: se utilizaban para leer y para poder realizar las tareas en casa; no eran
como los libros que se usan ahora, del tipo cuaderno, en donde hay contenidos y preguntas y allí mismo se deben escribir las respuestas (práctica que considero perjudicial ya que con
este sistema los alumnos escriben cada
vez menos).
Con la experiencia
del préstamo se pueden inculcar valores significativos como el cuidado de lo
ajeno: “tengo que cuidar como si fuera
mío” y es un ejercicio de responsabilidad pues crea
en el joven el compromiso de tener
durante un año, un objeto que debe devolver
en las mismas condiciones que lo
recibió.
La vida útil de las
cosas es relativa, vivimos en la era de lo descartable, lo desechable: USAR Y
TIRAR. Es interesante decir: “esto es descartable” si hablamos de un pañal o de un pañuelo, pero
no cuando nos referimos a un libro.
El libro impreso debe
ser útil por más de un año, por varias
generaciones; no puede morir tan de prisa
en la batalla del aprendizaje estudiantil.
Hay circunstancias en
que los libros sobreviven más de un año
pero no por eso su destino cambia y no siempre se los tiene en una biblioteca o en un estante de la casa.
Me tocó ver en varias oportunidades cómo los libros eran utilizados para prender el fuego; las hojas arrancadas,
estrujadas y colocadas debajo de la leña
se convirtieron en cenizas en pocos segundos.
También recuerdo cómo un
libro de geografía era deshojado y los mapas de colores eran colocados dentro de las botas de goma para el barro,
quizás para evitar la entrada de humedad y para que los pies se mantuvieran
secos. En ambos casos los libros fueron desechados como se desecha un simple
papel viejo.
Ojalá que los estudiantes
que se movilizaron puedan conseguir los
libros que reclaman y que realmente los utilicen para educarse, que no sean simples adornos dentro de sus mochilas; y que los devuelvan cada año así como los
recibieron de la institución educativa a la que acuden.
Como docente percibo
que muchos estudiantes exigen calidad
educativa pero cuando el profesor es exigente también reclaman. Así como ellos exigen
calidad educativa también se les debe exigir que sean coherentes.
*Publicado en el diario La Nación, Paraguay
No hay comentarios:
Publicar un comentario